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LA VIRGEN
DEL PERDON
Sucedido
de la calle del arzobispado,
hoy calle de la Moneda
I
Las tradiciones son el alimento de la imaginación popular, y es a
través de los tiempos como echan hondas raices y se transmiten de generación en
generación.
Nada más
hermoso que estos cuentos nacidos al calor del hogar, narrados con elocuente sencillez por
nuestros antecesores a nuestros padres y por nuestros padres a nosotros.
En aquella lejana época, la tradición se tomaba por la misma realidad, y como hada maravillosa todo lo podía. Nadie se preocupaba por comprobar los hechos, por averiguar el secreto de las varitas de virtud. La mayoría se embriagaba con sus prodigios y pocos inquirían la causa de los llamados milagros.
De aquí tantas asombrosas tradiciones, tantos cuentos populares, que es preciso purificar en el fuego de la verdad, para que ésta brille como en el crisol el oro puro.
Desde muchachos oiamos a nuestra santa abuela la leyenda de la Virgen del Perdón, que existe en la Catedral de México.
"La imagen que contemplamos en el altar que está tras del coro nos decía- que tiene a sus lados al Señor San José y a Señora Santa Ana, cubierta de magnifico cristal y con marco de plata, fue pintada en una puerta muy antigua, y esta puerta perteneció a un calabozo de la Inquisición.
"¿Quién la pintó y cómo?" Hace muchos años, ¡pero muchos! tantos, que ya nadie se acuerda de ello; allá, cuando no había presidentes, sino virreyes y capitanes generales, cuando la gente era más devota, más rica y más feliz, hubo un judío, que por sus malas mañas fue preso por la Inquisición.
"Malo como era, sabía pintar, porque Dios es misericordioso hasta con sus enemigos y a todas las criaturas dispensa sus favores.
"El Judío, preso en su calabozo, sin hablar con nadie, pues únicamente se comunicaba con sus semejantes a la hora en que se presentaba a los jueces, y cuando el carcelero le llevaba de comer, no tenía ocupación ninguna, ni sabía rezar más que las oraciones judaicas.
"Así vivió mucho tiempo. Cierto día pidió pinceles y colores para distraerse del fastidio. No le negaron tan inocente diversión,y él, que cuando estaba libre visitaba por curiosidad los templos de Europa, conoció en las Iglesias muchos cuadros de virgenes y santos, y se le ocurrió pintar en la puerta de su calabozo la imagen de una virgen que había atraído su atención.
"Preparó los colores, tomó el pincel y recordando aquella santísima virgen, de rostro tan dulce y tan devoto, que sólo el verla un instante invitaba a la oración; impresionado por aquella fisonomía tan cariñosa que conquistaba corazones, comenzó a pintar y a pintar hasta concluir el cuadro.
"Cierto día que el carcelero, para llevarle agua y alimentos, entró al calabozo, el judío le mostró su obra con la complacencia natural del que se siente satisfecho de haber ejecutado una cosa buena.
"Aunque hombre rudo e ignorante, el carcelero quedó admirado ante la lindísima pintura. Conmovido comunicó a los inquisidores lo que había visto, y éstos fueron al calabozo, y seducidos ante la belleza de la imagen, manifestaron al judío que aquel era un patente milagro, qua se arrepintiera de sus culpas y le otorgarían el perdón.
"Lloró el judío, confesó sus pecados, abjuró de su ley, y puesto en libertad, fue un buen cristiano".
"La pintura se colocó desde entonces en la Catedral, y el pueblo la llamó la Virgen del Perdón".
Con otras palabras, con más o menos detalles, así nos contaba esta conseja la abuelita que, al par que el vulgo la creía como artículo de fe, conseja popular como otras con que se concilia el sueño de los niños y que cantan los poetas en bellísimos y sonoros versos.
Más la citada imagen, que existe en nuestra Catedral, ni se llamó así por un milagro sino por haberse colocado en el Altar del Perdón que es costumbre consagrar a las ánimas del purgatorio en las catedrales, ni fue obra de judío.
¿Cuál pudo ser el origen de la conseja?, ¿Qué preso por las cosas de la le, pintó en la antigua Catedral de México, no una virgen, sino todo un retablo? Lo vamos a ver en seguida.
Es triste despojar a la tradición de sus encantos, como es doloroso deshojar las frescas flores de un jardín, pero la historia es, si se quiere, inhumana, la crítica implacable, y la verdad se impone porque siempre es más hermosa, aun desnuda de poéticos adornos.
II
Los curiosos datos que ahora aparecen en tipos de molde, los hemos encontrado en un viejo
manuscrito, de caracteres casi ininteligibles del siglo XVI:
Es una causa original, que poseía nuestro erudito amigo Don José María de Agrega y Sánchez, y que se formó en la época del Sr. Don Alonso de Montúfar, segundo Arzobispo de México, o quien fungía como inquisidor en la Nueva España, aunque se ignora si tuvo tal título, pues sólo se sabe que fue Calificador del Santo Tribunal de Granada. Lo cierto es que celebró autos de fe, y que existen procesos de su tiempo, tocantes a este asunto, como el que se siguió a Simón Pereyns, por blasfemo. Simón Pereyns, en su declaración rendida a 14 de septiembre de 1568, confesó que era hijo de Fero Pereyns y Conztanza de Lira, de nacionalidad flamenca, natural de la ciudad de Amberes, donde sin duda pasó su niñez y juventud. Que de allí se trasladó a Lisboa (sic), después a Toledo, lugar en que se hallaba a la sazón la Corte; y tal vez con esperanza de hacer fortuna con su arte, pues era pintor, vino a la Nueva España en compañía del virrey Don Gastón de Peralta, marqués de Falces.
Estando un día en Tepeaca, conversando amigablemente con Francisco Morales, también pintor, y con la mujer de éste llamada Francisca Ortiz, se movió plática acerca de los amancebados, y Pereyns, a lo que parece, afirmó que no cometían pecado los que así vivían. Contestóle Morales que no dijese tal cosa, que por menos en España, había visto castigados a otros por el Santo Oficio, y que era conveniente se acusara a su director espiritual. Replicóle Pereyns: "Será pecado venial, y bueno seré yo en contárselo a mi confesor".
Morales, que refirió lo anterior como testigo, dice que el bendito de Simón le aseguró también, que sólo pintaba retratos de personas, porque mejor gustaba de esto que de hacer imágenes de santos.
Pero sea que la conciencia le remordiera, sea que las contestaciones de su colega Morales lo convencieran, lo cierto del caso fue, que el cándido de Simón Pereyns, estando en México, se denunció a si mismo, el 10 de septiembre de 1568, ante Fr. Bartolomé Ledesma, Gobernador de la Mitra.
En la declaración que rindió el día 14, ya citada, fuéle preguntado "si entre sus ascendientes había tenido judíos o penitenciados por el Santo Oficio", y contestó que no sabía haberlos tenido. Preguntado si sabía el motivo de estar preso en las cárceles del Arzobispado, contestó que por haberse denunciado él mismo y por haber dicho, según lo interpretaba Morales, que no pecaban los amancebados; pero que como no entendía bien la lengua castellana y se expresaba en ella con dificultad, sin duda se habían entendido mal sus palabras. Que respecto a que asegurase que "mejor pintaba retratos que imágenes", declaró que en efecto así lo había escrito a su padre; pero sin malicia, pues si daba preferencia a aquéllos sobre las últimas, era porque se los pagaban mejor.
Confesión tan sincera como candorosa, fue suficiente para que el Provisor Don Esteban de Portillo continuara la causa, en la que depusieron muchos testigos, entre ellos algunos pintores, y como sus relatos se juzgaron desfavarables a Simón Pereyns, el 1o. de diciembre del mismo año fue sometido a la prueba del tormento.
Se le notificó esto, y dijo que se afirmaba en su "dicho". Mostráronle el potro y el agua como instrumentos de tortura, y continuó en su "dicho". Desnudado y estando en camiza y zaragüelles, repitió su "dicho", y a su "dicho" se aferró colocado ya en el potro. En fin, atormentado, soportó tres vueltas y tragóse tres jarros de agua, sin haber querido retractarse de su "dicho". Simón Pereyns, como se le decía en la jerga inquisitorial, venció al tormento, pues nada agregó de nuevo a lo qua había confesado en sus primeras declaraciones.
Tres días después, pronuncióse sentencia definitiva; y como documento curioso e inédito, original por su contenido, y bárbaro... por su ortografía, es digno de que lo estampemos a continuación:
"En el pleito criminal, que ante mi pende y se ha hecho de officio por lo tocante al Sto. Officio, contra simón pereins, flamenco, preso en la carcel de este Arzobispado, sobre las palabras que el dicho simon pereins dixo sobre que le está hecho cargo:
"fallo, atento los autos y méritos deste proceso a que me refiero, que por la culpa que dél resulta, contra el dicho Simón Pereins, usando con él de equidad y misericordia, que le devo condenar y condeno, a que dándole todo recaudo al dicho Simón Pereins, pinte a su costa el retablo de nra. señora de la mrd. desta sta. iglesia, muy deboto y a mi contento, y que en el ynterin que el dicho retablo pinta, no salga desta ciudad en sus pies ny en agenos, so pena que será castigado con todo rigor, como onbre que no obedece los mandos del sto. officio; y amonesto y mando al dicho simon pereins, que de aqui adelante no sea osado decir ny diga semejantes palabras questas sobre que a sido preso, ny se meta en disputas tocantes a nra. santa fe católica, so pena que será castigado rigurosamente; y más le condeno en las costas deste proceso, y por esta my sentencia definytiba, juzgando así, lo pronuncio y mando en estos escritos y por ellos.- El Don Esteban de Portillo.
"En México en quatro de diziembre de myll y quinientos sesenta y ocho años, se dió y pronunció esta sentencia definitiva, de suso contenida, por el dicho sor. doctor barbosa (sic), provisor y vicario general de este Arzobispado de méxico, por presencia de mi joan de avendaño, notario público apostólico y de la audiencia deste Arzobispado de méxico.testigos-- el bachiller villagomez y juan de vergara--johan de avendaño."
En el mismo
día, mes y año, se le notificó al reo la anterior sentencia "y dixo que consentía
y consintió", aunque no sabemos si de buena o mala gana, pues el pobre flamenco, a
más no poder y por librarse de mayores sustos, a todo contestaba amén, con la
conformidad del ahorcado. Visto el breve extracto que hemos hecho de la causa de Simón
Pereyns, la historia disipa con su luz las sombras de la poética traición.
Como se ve, el artista de la conseja no pintó en una puerta una Virgen que le sirviera para que le otorgaran el perdón, sino el retablo de Nuestra Señora de las Mercedes de la primitiva Catedral, cuadro que aún se conserva en el altar del Perdón de la actual metropolitana iglesia, y no obtuvo su libertad por milagro de la imagen, sino a costa de dolores en el tormento y previo trabajo de su arte.
Por lo demás, la sentencia demuestra la "equidad y misericordia" de aquellos viejos jueces. Que Simón no quería hacer imágenes, pues que pinte el retablo de un altar; que gusta más de hacer retratos porque se los pagan mejor, pues que pinte gratis et amore en nuestra Santa Catedral.
¿Y las costas? Apurado debe haberse visto para satisfacerlas. ¡Qué tiempos! ¡Qué costumbres!
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